En el año 1969 conocí en Santiago al joven bandoneonista chileno Angelo Cherry, con quien me une un lejano vínculo familiar, ya que mi madre es prima hermana de su abuela materna. En un viaje a Santiago con mi madre, gran acontecimiento en esos tiempos, visitamos su casa en el sector Lo Vial y fuimos recibidos por su madre, la tía Silvia, y no pasó mucho rato para que nos viéramos envueltos en una entretenida tertulia musical, que en definitiva permitió relacionarnos durante un prolongado período.
En esos tiempos, Angelo, un enamorado del tango, tenía el proyecto de crear un conjunto, y fue así como junto a su amigo y vecino Enrique Erazo, violinista, y el contrabajista Juan Bautista Pardo, me invitaron a participar con mi guitarra, para conformar el “Cuarteto Chanteclaire”,
permitiéndome conocer muy tempranamente gran parte de la bohemia santiaguina, actuando en algunas boites y clubes sociales. En realidad “mi guitarra” no era mía, ya que como buen principiante, no tenía un buen instrumento para "dármelas" de músico profesional. Afortunadamente, mi querida tía Gloria, hermana de mi padre, tenía una muy buena guitarra que había comprado en la cárcel de Valparaíso (decían que eran las mejores), y tuvo la gentileza de prestármela para cumplir los compromisos que había adquirido.
Recuerdo que el “manager” que nos llevaba a diferentes lugares era el popularísimo humorista Carlos Helo, quien seguramente veía muchas posibilidades para un grupo de muchachos menores de veinte años, que se dedicaban apasionadamente a un especial rubro musical, como es el tango. Viajamos con esta agrupación también varias veces a Valparaíso, actuando en locales como “
La Goleta” de calle Pedro Montt, en un salón que tenía la Cía. Chilena de Tabacos y en el Teatro Pacífico en el sector puerto.
Esporádicamente hasta el año 1971 continué participando con ellos, con la dificultades que provocaba la distancia, ya que yo seguía residiendo en Viña del Mar. Eso habría de cambiar.
Angelo seguía muy inquieto con su proyecto y fue así como decidió darle un carácter mas moderno al grupo, implementándole un dispositivo electrónico a su bandoneón. También hubo cambios en los integrantes de su agrupación, pasando a formar parte del cuarteto el pianista Pedro Bazán y el violinista Vicente Barragán. Ahí me invita a participar como bajista, conformándose así la agrupación original bautizada “Sangre Tanguera”.
A principios del año 1972, Angelo es convocado por el sello Philips para una audición con su orquesta con la finalidad de ser contratado para una eventual producción fonográfica. Nos trasladamos con todos los instrumentos a las oficinas del sello, junto a dos cantantes, Juan Carlos Solari y otro muy joven que no recuerdo su nombre. El resultado fue positivo, aún cuando lamentablemente el cantante más joven no fue del gusto de los productores, siendo rechazado. Inmediatamente después comenzaron las sesiones de grabación en un estudio que había cerca de la Plaza de Armas de Santiago, bajo la dirección técnica del ingeniero Luis Torrejón. Como se requerían dos cantantes, Angelo convocó a Jorge Larroca, cantor porteño (del puerto de Valparaíso), así que en un muy corto plazo, a mediados de mayo del mismo año, tuvimos en nuestras manos la primera edición el disco LP “Angelo Cherry y su Sangre Tanguera”, que en definitiva se convertiría en una importante carta de presentación para los fines artísticos de Angelo, constituyéndose del mismo modo en mi primera experiencia discográfica.
Ese año dejé mis estudios secundarios para radicarme en Santiago y dedicarme completamente a la música. Afortunadamente, gracias a las gestiones de un querido amigo, el profesor Oscar Labra, y la ayuda de otro gran amigo, Luis Palumbo, logré prepararme paralelamente y rendir exámenes a fines de año como alumno libre, cumpliendo y aprobando el 3er año de enseñanza media.
Ese año, hasta el verano del 73, fue verdaderamente vertiginoso, ya que las actuaciones en boites, clubes y carpas en Santiago, y giras al Norte por las principales ciudades y pequeños pueblos, se sucedían una tras otra. Actuaciones en televisión, en Sábados Gigante con Don Francisco, en Sábados Alegres con Enrique Maluenda, fueron experiencias muy alucinante para un muchacho que estaba acostumbrado a un sistema de vida bastante mas tranquilo y por sobre todo inmensamente precario. Desgraciadamente no tuve la visión necesaria para dimensionar las posibilidades de relación que tuve con una inmensa cantidad de músicos y cantantes de diferentes estilos, que cruzaron tangencialmente mis actividades de esa época y que ahora en perspectiva lamento no haber tenido la claridad suficiente para cultivar esos contactos, lo que me habría permitido tener un mayor conocimiento de los talentos y vivencias personales de todos ellos. Recuerdo entre otros, a Los Cuatro Duendes, Los Diamantes de Sol, Luis Bahamonde y Carmencito Ruiz, Los Galos, Inti Illimani, Los Moros, Arturo Gatica, Gervasio, Los Jaivas, Héctor Presas “Cachito”, Ramon Aguilera, Ricardo Acevedo, Willy Segovia, Los Dixon, Villadiego, Arturo Gatica, etc.
Era una época en que había mucha actividad artística y bohemia. Había empresarios que organizaban giras con diferentes elencos artísticos recorriendo todo el país. Recuerdo particularmente haber visitado todo el norte del país a fines del 1971, con Angelo Cherry, en una gira cuyo número principal eran un grupo electrónico de unas muchachas nórdicas llamado “Las Satánicas”. Las condiciones de viaje eran bastante complicadas, puesto que el bus que nos transportaba no era propiamente un bus, sino que se trataba de una micro del recorrido “Matadero-Palma”, tornándose insoportable el viaje al cabo de algunas horas. Despertar de madrugada en medio de la pampa, entumido de frío, algunas veces hambriento, pero por sobretodo adolorido por la incomodidad de los asientos, solo se podía soportar con la energía que da la juventud y lo entretenido que era jugar a ser "artista".
Habían riesgos que en otras giras similares cobraron víctimas fatales, como es el caso del accidente que costó la vida a un guitarrista de la cantante Palmenia Pizarro y otro en que los integrantes del grupo Los Galos, resultaron algunos con graves heridas. El asunto era que los empresarios que comandaban esas giras, programaba funciones paralelas a la misma hora en dos pueblos o ciudades con el mismo elenco, en consecuencia para poder cubrir el desarrollo del show, se debían programar traslados en automóviles a gran velocidad con el evidente peligro que esto constituía. Todavía conservo la sensación de miedo que provocaban aquellas funciones simultáneas en Pueblo Hundido (ahora Diego de Almagro) y Potrerillos, cuando teníamos que trasladarnos a una altísima velocidad por caminos de tierra y al borde de precipicios.
En esa gira hubo un guitarrista que particularmente me llamó la atención. Se trata de Willy Segovia, quien lideraba el grupo musical “Los Sagitarios”, y eran quienes acompañaban a todos lo cantantes solistas que iban en el elenco de la gira. Entre otros a Ramón Aguilera, quien desarrollaba un repertorio romántico muy popular y que requería gran destreza guitarrística en su acompañamiento. El exceso de timidez no me permitió acercarme más a este músico a quien admiré no solo por su entrega musical, sino que también por su sencillez y extrema cultura en temas relacionados con los ovnis y otros temas esotéricos. Al momento de estar haciendo estos recuerdos, aún no he podido establecer un contacto con él, no obstante ya me informé que aún vive en Santiago y sigue desarrollando actividades musicales. No pierdo las esperanzas de acceder a este músico para indagar y conocer mas acerca de su trayectoria y desarrollo guitarrístico en todos estos años.
Hubo dos viajes con Sangre Tanguera que derivaron cada uno en temporadas de aproximadamente tres semanas en importantes ciudades del Norte. El primero a Iquique, en el Balneario Cavancha, donde actuábamos todos los días y pude experimentar la sensación de creerme “artista”. En efecto usábamos smoking, y eso resultaba muy alucinante para un muchacho de 16 años. Recuerdo que mi juvenil ego fue violentamente dañado cuando una noche estando en la terraza del balneario en un descanso entre salidas de actuación, unos clientes me confundieron insistentemente con un garzón , exigiéndome que los atendiera. Tuvieron que pasar algunos años para entender que ésta había sido solo una graciosa anécdota. El viaje tanto de ida como regreso lo hicimos en un automóvil Volvo SS y recuerdo particularmente la odisea que significó un viaje de mas de 24 horas con seis personas a bordo, el chofer mas los cinco integrantes del conjunto. El cantante, Juan Carlos Solari, que ostentaba un físico superior a nuestra media, fue la “vedette” del viaje, ya que teníamos que turnarlo tanto en el asiento delantero como el trasero, para compartir el suplicio que significaba el hacinamiento en ese vehículo tan pequeño.
El segundo viaje fue a Arica y resultó ser mucho mas cómodo ya que viajamos desde Santiago con Angelo y su tío Bruno Garetto, quien manejaba un amplio y moderno vehículo. El resto de la agrupación viajó en bus. Esa temporada estuvimos actuando todos los días en la Boite Lucerna que se encontraba a la salida del camino al Valle de Azapa. Fuimos instalados en una residencia en calle 21 de Mayo 720 (no se porqué nunca olvidé la dirección), y desde ahí desarrollábamos nuestra actividad diaria de paseos y entretenciones, haciendo la hora para dirigirnos en la noche al local donde actuábamos. Siempre me quedé con la duda respecto al origen y actividad de un personaje de bastante edad que era el dueño de la residencial donde estábamos alojados, puesto que era muy enigmático y me llamaba la atención la cantidad de joyas de oro que cargaba, anillos pulseras y cadenillas. Además siempre andaba acompañado de un hombre bastante mas joven que era su asistente y guardaespalda, quien incluso andaba armado con una cartuchera cruzada al pecho. Tuve la oportunidad de compartir escenario con un cantante que ya en ese tiempo admiraba. Se trata de Villadiego, intérprete de la polémica pero hermosa cueca de Jaime Atria, “La Violeta y la Parra”, quien junto a Gloria Benavides presentaban un atractivo y entretenido show. Creo que fueron los primeros pasos de Gloria como comediante, lo cual consolidó posteriormente en programa televisivo “Jappening con Ja”.
Guardo un afectuoso recuerdo de Pedro Bazán, pianista de la orquesta, quien siempre tuvo un consejo y una palabra de aliento a mano para mí, toda vez que yo me desenvolvía en un mundo de adultos, con todo lo que ese ambiente bohemio contiene, y que eventualmente resultaba a veces algo peligroso para un joven que empezaba a tener acceso a todo lo que la vida va proporcionando. Ahora al ver a mi hijo Víctor Daniel, de la misma edad, me doy cuenta que en ese entonces yo aún era un niño. Los consejos de Pedro Bazán y la nostalgia de tener a mi familia lejos y extrañar especialmente a mi madre, me hicieron decidir que esa sería mi última salida con Angelo y que debería volver a Viña del Mar a la casa de mis padres, para terminar mi enseñanza media y pensar en un futuro distinto para subsistir, dejando la música como un complemento solamente.
No obstante, la semilla de la pasión por la guitarra y la calidad de melómano empedernido ya se había sembrado, y no puedo dejar de mencionar muy especialmente al extraordinario guitarrista chileno, Leonel Meza, integrante y director del trío melódico “Los Diamantes de Sol”, a quien conocí en 1972 en una temporada de seis meses que compartimos en un local llamado “El Cantagallo” en Las Condes en Santiago. Gracias a la generosa disposición de Leonel, aprendí algunas técnicas fundamentales, que fueron en definitiva la base para el desarrollo de mis estudios y desempeño en la guitarra popular. Después de 32 años, la vida me brindó la posibilidad de reunirme con Leonel y agradecerle personalmente las enseñanzas que recibí de él, las cuales posteriormente también pude compartir aquí en la zona con varios amigos músicos guitarristas de mi generación.