Mi primer acercamiento a las inagotables posibilidades de desarrollo y estilos que tiene la guitarra popular, se produjo por allá por el año 1964, mediante un LP de vinilo que mi padre había llevado a casa, cuyo intérprete era el argentino Atahualpa Yupanqui; y otro que posteriormente me fuera regalado por mi amigo Augusto Correa, cuyo intérprete era el destacado guitarrista viñamarino Ricardo Acevedo. Otros sonidos que embriagaron mis incipientes sentidos en aquellos tiempos, fueron la introducciones de guitarra creadas e interpretadas por el argentino Ernesto Cabezas, 1ª guitarra de Los Chalchaleros; el estilo inconfundible del requinto del mexicano Alfredo Gil del Trío Los Panchos; y las introducciones en guitarra grupal que se escuchaban en las grabaciones de Los Cuatro Huasos y Los Quincheros, cuyo artífice y ejecutante indiscutido, vine a saber después de muchos años, era el gran guitarrista chileno Humberto Campos junto a una pléyade de los mejores guitarristas populares chilenos, cuyos arreglos requeridos y contratados por los sellos discográficos, en mi opinión, han pasado a formar parte de lo mas representativo del concepto guitarrístico grupal aplicado a la música popular y folklórica chilena, y hasta hoy, se han mantenidos en un injusto anonimato.
Aquellos primeros años en el Cerro Miraflores Alto, Viña del Mar, en la década del 60, estuvieron colmados de hermosas experiencias musicales como aficionado en un Centro Cultural, liderado por el "Melo" (mi padre), el Sr. Soto (marino jubilado), el Sr. Zenteno (guitarrista), don Juan Navarrete (Temucano que tocaba guitarra traspuesta) y su cuñado don Pedro Valdebenito (peluquero del barrio), quienes conformaron esa Sociedad Cultural, organizando espectáculos domingo por medio, en un salón de una escuela primaria del barrio. Había una convocatoria extraordinaria dado que en aquella época la televisión aún no era de alcance masivo, en consecuencia la gente regularmente rompía la rutina yendo en búsqueda de espectáculos en vivo. Ahí desfilaban una gran cantidad de cantantes y músicos aficionados y también algunos profesionales del medio local porteño, como el Dúo Ugarte – Matus, la cantante Margarita Torres, etc., en una suerte de intercambio artístico con Centros Culturales de otros cerros de Valparaíso y Viña del Mar y el Sindicato de Folkloristas, cuyo presidente en ese tiempo era el guitarrista Ricardo Acevedo.
Guardo gratísimos recuerdos de ensayos y actuaciones acompañando con mi guitarra a mi madre, quién manejaba un amplio repertorio popularizado por la sanfelipeña Palmenia Pizarro y mis inicios en trabajos colectivos con el grupo “Ritmo3” (batería, acordeón y guitarra). El acordeonista era un talentoso niño de nombre Luis Zenteno, hijo de un destacado músico que en otros tiempos había formado un dúo con el guitarrista Agustín Ponce, quienes desarrollaron una vasta experiencia como guitarristas estables en radios de la zona, acompañando a destacados intérpretes de la década del 50 que llegaban a actuar por estos lados. Los otros integrantes fueron el vecino de Luis, coincidentemente de apellido Hernández, quien tocaba la batería (no recuerdo su nombre), siendo después reemplazado por Ernesto Collao, y el último en ingresar fue Oscar Martínez como vocalista.
Guardo gratísimos recuerdos de ensayos y actuaciones acompañando con mi guitarra a mi madre, quién manejaba un amplio repertorio popularizado por la sanfelipeña Palmenia Pizarro y mis inicios en trabajos colectivos con el grupo “Ritmo
Cuando se es tan niño uno quiere estar en todas las posibilidades que la vida va brindando, y así es como participé también en un cuarteto electrónico, con instrumentos prestados, junto a mis amigos de esa época, José Hernández y los hermanos Jorge y Guillermo Menay (el Pepe, el Choche y el Yemi), con quienes desarrollamos un repertorio popular bailable y amenizamos algunas veladas en nuestro barrio. Guardo los mejores recuerdos y agradecimientos hacia ellos y sus respectivas familias, que en una época de precarias condiciones económicas, me cobijaban y me recibían como uno mas de ellos.
A pesar que mi padre no logró desarrollar plenamente sus inquietudes con las guitarra y las organizaciones culturales, recuerdo haber estado un par de veces con él en la mítica Peña de la Universidad de Chile, ubicada en calle Blanco en Valparaíso. Ahí la primera vez nos presentamos, con total desenfado, como dúo (guitarra y bombo), con el nombre “Los Costeños de Quintil” y fuimos gentilmente acompañados por el recordado “Gitano” Rodríguez, autor del hermoso vals “Valparaíso”.
En resúmen me tocó vivir una hermosa época, rica en experiencias musicales, junto a personas inolvidables, lo que paulatinamente me permitió ir descubriendo y desarrollando una pasión melómana ilimitada.
1 comentario:
Bonitos recuerdos amigo Juan, mi espíritu se alegra cuando evoco aquellos inolvidables momentos.
Publicar un comentario